miércoles, 2 de diciembre de 2009

Mar rojo

Sábado a la tarde. Tus amigos insisten en que vallan a un boliche que no te simpatiza demasiado. De muy mala ganas accedes, pero más para que te dejen de romper las bolas a que realmente quieras ir.
Después de la previa van al boliche. En la entrada te cruzas con una morocha lindicima que te ve e insinúa algo. Mas entusiasmado entras, pesando cruzártela para ver si pinta algo en la noche.
Caminan por todo el lugar a ver si la ven pero no la podes ver. Ya resignado te acercas a la barra y pedís un trago, tranca, cuando de repente destras tuyo esta ella. Sorprendido le decís un hola medio haciéndote el canchero. Pero la mina te responde de buena manera y se ponen a hablar, o intentar hablar. Después de unos tragos pinto la onda para salir del boliche. Dijiste listo, es mía. Vas a avisarles a tus amigos que te vas, que te cruzaste con esa morocha de la entrada y que se van a un lugar más cómodo. Se encuentran el la puerta y se van caminado para tu auto. Es temprano todavía y tus viejos están el la quinta de un amigo de tu papa y no van a volver hasta el medio día siguiente. Todo perfecto. Girando por la ciudad y charlando de pavadas la invitas a tu casa. Ella se prende y para vos ya esta todo cocinado. Llega tranca y empiezan a entrar en clima. Besos que van y besos que venienen. Hasta que de repente la mina te dice: estoy indispuesta. No podía ser perfecta la noche. Le decís a la mina todo bien quédate tranquila, en serio. Bajas de tu pieza a tomar algo fresco y pegas una puteada muy merecida. La puta que me parió, no puedo tener tanta sal. Y te queres cortar las bolas.

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